domingo, 14 de octubre de 2012

¡Primer día en París!

Salimos del aeropuerto siguiendo al malón. La única manera de salir de ahí era con unos micros que ya habíamos estudiado desde la comodidad de nuestro hogar catalán. Cola cola cola. Micro. Asientos. 90 km. Zzzzzz. Porte Maillot.

Nos bajamos del micro y el frío parisino nos obligó a hacer un veloz repaso mental de nuestra pequeña mochila de manera urgente: ¿trajimos abrigo? Algo. Que éxito, por favor. Pablo se puso un sweatercito, yo el saco que llevé en la mano todo el vuelo para ahorrar espacio.

Caminamos nuevamente siguiendo a la muchachada. Teníamos que tomar el subte hasta el hotel, dejar las cosas y arrancar corriendo a la Torre Eiffel, ya que teníamos que estar a las 12, acorde el ticket que compramos por internet para ahorrarnos la inmensa cola que nos dijeron que se arma.

Nos sentamos en el subte, felices de apoyar las pesadas mochilas, y dijimos “fijémonos, por las dudas, la hora de check in del hotel”. Gran idea, muchachos!! Si tan solo se hubieran dado cuenta antes: 14.30 hs. A reprogramar el día, ya.

Primer café parisino
Nos bajamos del subte y nos fuimos a caminar por París. (¿Notaron que cualquier contratiempo mejora cuando uno le agrega la palabra París? Jiji) Nos sentamos en un hermoso bar, a desayunar. Café con leche con vista a unos vitreaux hermosos. Inmejorable.

Había que apurar, corriendo para los Jardines de Marte. Y la vimos. Ahí, desde la plaza de la Concordia, donde una vez rodaron las cabezas de María Antonieta y Luis XVI, se asomaba tímidamente y al otro lado del Sena: la Torre Eiffel.  Y entendimos: estamos en París. Lloré un poco, lo confieso.

De ahí en más corrimos, las mochilas pesaban una tonelada pero realmente no importaba. Que felicidad! cruzamos en Sena por el famoso puente Alejandro III, no podíamos creer lo increíble de esta ciudad.

Cuando llegamos a la torre la cola era inmensa, y con grata satisfacción descubrimos que no teníamos que hacerla gracias a los tickets anticipados, importante recomendación a todos los que quieran ir.

Recorrimos los tres niveles. La mejor vista está desde el segundo, definitivamente. En el primero hay un restaurante y algún barcito, precios: de todo.

Reflexión que me llegó el día tres: la verdad, la torre como "adorno" no me gustó. La estructura es impresionante, pero sigue siendo un hierro gigante, en el medio de una ciudad en la que rompe la armonía. Tal vez por eso es tan llamativa. Sí es hermoso verla iluminada de noche, pero la verdad, de día, me paro del lado de los reaccionarios del momento, es curiosa, es turística, es estrambótica, pero afea la vista. 


Sí me pareció increíble todo el ecosistema de alrededor de la torre. Las colas para subir son inmensas (pero de verdad, eh, imposible que se hagan en menos de 40 minutos) y para más, el que las hace está atado a la cantidad de tickets que se hayan vendido online, porque lo que se compra es una especie de pase preferencial. Si bien son colas distintas, la cuestión es que cuando se abren los ascensores, pasan siempre todos los de la online, con lo cual, si sigue llegando gente con tickets, tal vez la fila normal no avanza.

La torre, como contaba mi señora, tiene tres niveles. La subida se hace en dos partes. La primera, un ascensor al segundo nivel (que si uno saca un ticket algo más económico -y que por internet directamente no se vende- se puede hacer por escalera) que va por una de las patas de la torre. La segunda, desde ese piso, que te lleva al Sommet, la cima de la torre. Al bajar se puede acceder también al primer piso, que a la ida, al menos nuestro ascensor, se salteó.


Los Jardines de Marte desde la torre. A lo lejos en dorado: Los Inválidos.
Las vistas son increíbles desde todos. Desde arriba, se puede ver todo París, y la altura hace que sea, tal vez, la más impresionante. Pero lo cierto es que desde el segundo piso, que sigue siendo muy alto, se pueden ver las cosas con un poco más de detalle. El primero está aún más abajo -¿¡posta!?-, para mi gusto tiene un poco menos de gracia, pero sigue siendo muy bello.

Cada piso tiene sus "locales". En el Sommet hay más que nada comida y recuerdos, en el segundo, recuerdos y el Jules Verne (uno de los restaurants más caros del mundo... ¡pero comés en la Torre Eiffel!) y en el primero, un par de barcitos y algún museo. Según vimos, hay un proyecto para ponerle un piso de vidrio a la torre en el primer piso, para que puedas caminar mirando para abajo. Creepy.

Los Inválidos. 
Bajamos, nos besuqueamos, y apuramos paso: nos espera El Palacio Nacional de Los Inválidos, ex residencia de los soldados franceses cuando terminaban su servicio, para seguir sirviendo a Francia de otras maneras. Actualmente museo del ejército, y su iglesia, sepulcro de Napoleón. Si, estuvimos en la tumba de Napoléon. Si. Lloren chicos, lloren. 

Sepulcro de Napoleón, en la Iglesia de Los Inválidos
Uno podría decir que ver el mausoleo de Napoleón es suficiente alegría por un día, pero el mundo es una caja de sorpresas. Resulta que el muchacho vendedor de tickets me dijo que entraba gratis por tener 25 años. Cuando termina de decirlo, mira la fecha de mi pasaporte y agrega: "Ah! y feliz cumpleaños mañana". Así fue la única vez en la vida que entré gratis a un museo europeo. Bienvenida la vejez.

Sin contar que el lugar era precioso e imponente (¡los techos, el altar!), la muestra en el museo era espectacular: espadas, pistolas, armaduras del ejército francés, Napoleón y distintos reyes. Pablo fascinado. Se comenta que se escucharon oraciones como “¡Mirá! ¡Esta es la que uso yo en el Skyrim!”, las fuentes no fueron confirmadas. 

El día que luché por la igualdad, la libertad y la fraternidad (?)
De ahí nuevamente corrimos, teníamos que llegar a Opera Garnier antes de las 18, porque cerraba. Al paso: el Petit Palace y el Grand Palace te sacan el aliento.

"Mira, un penique!" 
El gran palacio de la música francesa nos recibió cerrado por reformas, o algo por el estilo. ¡Fraude! Entonces: descansamos. Caminamos por París, ya sin apuro, riéndonos y disfrutando. Por supuesto, agotados y aún con las pesadas mochilas. Era hora de ir al hotel.

Subte, estación Voltaire de la M9. El hotel: tiene cama y baño más o menos decente, no nos vamos a poner quisquillosos. La vista de la ventana me hizo acordar mucho a la de las Trillizas de Belleville. Pequeñas chimeneas salen de todos los techos, en grupos de 6.

Nos bañamos, deshicimos los bolsos, descansamos los pies y alegría!: Champs Elysees, la avenida más glamorosa del mundo, con sus árboles y sus negocios. Algunas compritas de rigor (¿alguien dijo una Tablet? No, jamás (?)), caminamos una noche preciosa, hasta el Arco del Triunfo. 


Habíamos leído que había que subir de noche, y era totalmente cierto. La vista no la podemos describir, de lo mejor de París. Y ahí fue cuando la Torre Eiffel, iluminada, empezó a hacer una fiesta de luces. Gracias, gracias, gracias.


Llegamos al hotel cerca de las 12, había que hacer una fuerza inmensa para tener los ojos abiertos, después de caminar más de 10 km sin dormir y con mochilas.

Pero se hicieron las 12, y con las 12 se hizo el 30 de septiembre. Feliz cumple para mi! Mi amor me llenó de regalos, de besos, y de cartas de mi familia. No me lo voy a olvidar jamás.

Y cuando pensaba que esto no podía mejorar, era porque ni me imaginaba el día siguiente...



Más fotos del primer día




2 comentarios:

  1. Increíble chicos, ahora van a tener que pensar como superar esto para el próximo cumpleaños!! Jaja! Van a tener que pensar mucho!Me da mucha felicidad leer los post.

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  2. Emocionante!!! Qué hermoso!

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