jueves, 20 de diciembre de 2012

Budapest II

Señor y señora, si se le ocurre ir a Budapest debe tener en cuenta un asunto no menor: la neblina. Buda está sobre dos colinas a orillas del Danubio. Si elegís ir a caminar a una de ellas a las 8 de la mañana de un frío domingo... puede que no veas absolutamente nada. ¡PERO TRANQUILOS! Tipo once ya nos veíamos entre nosotros (?).

Subiendo a la Ciudadela.
Como nuestro hotel estaba en Pest y con un subte cerquita, pudimos cruzar varias veces el río. Algunas veces caminando por el memorable Puente de las Cadenas, otras en tranvía, colectivo o subte. El Puente de las Cadenas es el puente más antiguo de Budapest, se terminó de construir en 1849. Hasta su construcción, el Danubio sólo se podía cruzar en barco. Por supuesto que el actual no es enteramente el original sino una reconstrucción, ya que este (como casi toda la ciudad) fue destruido durante la Segunda Guerra.

No se burlen... ¡estaba tan cansada!
En fin, el caso es que arrancamos tempranito y nos fuimos a recorrer la Ciudadela, el punto más alto de la ciudad. Esta se encuentra arriba del Monte Gellert, coronada por un fuerte construido por la dinastía Habsburgo en 1850 como edificio de vigilancia. La subida es un hermoso parque, con juegos y escaleritas que facilitan la tarea. Subir fue duro, lo acepto. Una vez que llegamos arriba nos encontramos con una inmensa estatua (que sólo vimos cuando la teníamos a tres metros) en homenaje a los soldados soviéticos que murieron “liberando” Hungría. Si, como habrán nota esta estatua es objeto de gran controversia en la ciudad, ya que unos cuantos amigos húngaros creen que el costo de los soviéticos fue demasiado alto y no se llevaron muy bien con los 40 años de comunismo. Volviendo al fuerte, se imaginarán que lamentablemente no pudimos disfrutar de las vistas por el asuntito de la neblina, pero la visita valió la pena igual. El fuerte daba piel de gallina: adentro tenía un bunker de la Segunda Guerra al que pudimos recorrer. Las paredes del fuerte conservaban los agujeros de bala testigos de los fusilamientos; y dentro, un museo con fotos, representaciones de la época, armas, banderas, etc. Nunca habíamos visto algo así.

Bunker Nazi de la Segunda Guerra.
De ahí seguimos caminando. Bajamos el monte y subimos al otro. Nuestro próximo destino: El Castillo de Buda, también conocido como “Palacio Real” porque antiguamente era la residencia de los reyes de Hungría. Actualmente allí dentro hay museos y bibliotecas. El castillo es hermoso, aunque tiene el mismo asunto que todo: destruido y vuelto a construir hace 50 años. La verdad es que pasear por ahí fue un placer, pero lo más hermoso del castillo es la vista que da junto con el puente de las cadenas desde el otro lado del río. Budapest se las ha ingeniado para superar el asunto de las pocas horas de sol: la ciudad está magníficamente iluminada. Las vistas de todos los puntos altos de la ciudad, parecen cuadros o postales.

Castillo de Buda, desde uno de los patios. 
Castillo de Buda al final del Puente de las Cadenas, desde el otro lado del Danubio.
Ese día por fin pudimos entrar a la Iglesia de Matías. No nos vamos a explayar mucho sobre ella, porque ya hablamos del asunto en el primer post. De afuera preciosa (reconstruida 3 veces), de adentro llena de andamios. Hermosos vitrales, paredes pintadas con diferentes motivos y un lindo balcón real, desde donde los reyes de Austria presenciaban la misa.

Balcón Real en la Iglesia de Matias. 
Dimos un paseíto más por el Bastión de los Pescadores (no lo habíamos visto de día y ya estábamos ahí!), caminamos por las hermosas calles de la zona, nos tomamos el 16 (fuentes anónimas dicen que lo tomamos para el otro lado y tuvimos que dar la vuelta entera en bondi, pero no está confirmado), y llegamos finalmente a el lugar que más me gustó de Budapest: la impresionante Iglesia de San Esteban. Impresionante es poco. Nunca vi algo tan hermoso. Primero subimos a la cúpula, por miedo que nos pase como en Notre Dame y no lleguemos. La subida es eterna y nosotros que somos guapos la hicimos en escalera. Las vistas desde arriba son preciosas. Rodeamos toda la cúpula y disfrutamos de las vistas desde Pest (todo el resto de las vistas altas son desde Buda). Bajamos y conocimos la Iglesia. Wow. El nombre de la basílica se debe al primer Rey de Hungría: István, y ¿a que no saben que conservan adentro del templo? La mano derecha del muchacho. Hueso, piel y carne en una vitrina. Si, morboso como suena. Aparentemente esta es la razón por la que santificaron al antiguo rey: casi mil años después de muerto encontraron su mano en perfecto estado. Entrada a la basílica: dos euritos de “donación” obligatoria, bajo la atenta vigilancia de un señor vestido de cura que te invita a pasar una vez introducidas las monedas en la caja. Esta vez valió muchísimo la pena.

Basílica de San Esteban.
Llegó la noche. Nos fuimos a tomar un chocolate caliente y a caminar por la famosa Avenida Andrassy. La hermosa avenida fue declara por la Unesco como patrimonio de la humanidad, por sus hermosas fachadas y palacios renacentistas. Disfrutamos del Boulevard con una larga caminata, hasta llegar a la Plaza de los Héroes. También preciosamente iluminada, sus estatuas conmemoran las 7 tribus fundadoras de Hungría. Atrás de la plaza, una inmensa pista de patinaje sobre hielo.

Plaza de los Héroes.
Con el día terminado, al hotel a descansar.



To be continued... (?)

1 comentario:

  1. Cuando era chico coleccionaba estampillas y unas de mis preferidas eran las que decían MAGYAR POSTA, que yo ni sabía donde era. Increíble que hallan estado ahí, maravillosos los relatos. Cuando vuelvan las buscamos en el galponcito y las miramos juntos y compartimos recuerdos.

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