martes, 4 de diciembre de 2012

Asturias: historia, turismo y despedida

Las noticias corren rápido en el principado, y todo el pueblo ya sabía quienes éramos. Entonces empezaron los llamados a la casa de Segundina pidiendo que vayamos a visitarlos: Celina, sobrina de Celia, prima de mi abuela (casi hermanas, porque juntas y solas se tomaron el barco a Argentina) y uno de los más tiernos: Telba, la mejor amiga de mi abuela de la adolescencia. 

Nos pusimos despertador temprano y desayunamos todos juntos, nuestra anfitriona nos llenó de nuevo la mesa de pan, jamones y quesos para acompañar el café con leche. Y apenas comidos, nos subimos al auto de nuevo, el día estaba hermoso. 

En el camino Segundina nos empezó a contar sobre la infancia. Ella no llegó a conocer a su mamá, porque Segunda, mi bisabuela, murió en el parto que la trajo a la vida. Asi que siempre fue pegada a mi abuela, ella la peinaba para ir a la escuela y caminaban hasta clase juntas. 

- ¿Y esa escuela existe? 
- Pues claro, queda en Bárcena del Monasterio.

Allá fuimos. El pueblo era igual a Miño y a Luciernas, no se veía una sola cara en la calle, pero montañas por todos lados. El monasterio estaba cerrado, parece que era bastante gran cosa porque es del Siglo XIII y fue nombrado patrimonio de la humanidad por la unesco (aunque tras bambalinas se cuenta que fue usado para torturas durante la inquisición). 

Al lado del Monasterio había un cementerio muy viejo. Y Segundina nos sorprendió: “¿Quieres conocer a tu bisabuelo? Está aquí”. Y así fue: al final de una fila de tumbas bajo el nombre de Casa De La Derecha y llena de flores estaba la de Don Enrique García Rojas. 

Bárcena del Monasterio. A la derecha, el cementerio; a la izquierda, la escuela.
A uno no le dejaban reponerse porque enseguida, ahí nomás cruzando la calle, estaba la escuela aún con su puerta original; esa que hace 75 años cruzaba mi abuela todos los días. En esa época no había asfalto, todo era tierra, frio, humedad y nieve. Y aunque hoy quizás no esté segura de cómo escribir, en esa época dio todo su esfuerzo para ser mejor ¡todavía se ríe recitando las provincias de España! Y ahí nomás, del otro lado de la puerta en la que yo estaba, ella había aprendido todo eso que hoy recita mientras nos dice que no dejemos de estudiar. 

Nos fuimos a Tineo, al centro del pueblo, donde estaba Celina, quien nos recibió como todos: abrazos, besos y ¡comida! Charlamos, vino su hija con la pareja a conocernos y todos tomamos el 5to café del día, también hecho en cocina económica. 

De ahí: a ver a Telba en Luciernas, la amiga de la infancia. ¡Otra historia de amor! Telba era de una familia muy adinerada, de joven se enamoró perdidamente, pero sus padres estaban en contra de esa pareja. Entonces, para que la dejen casarse, se embarazó. Sus padres jamás la volvieron a ver ni la ayudaron nunca. Ella tuvo dos hijos, pero 15 años después quedó viuda. Hoy tiene un bar, y cuando llegamos estaba pelando una canasta de papas sobre una silla, como si se hubiera quedado en el tiempo. ¡Que hermosa mujer! Nos miraba hipnotizada. “Tienes la cara de tu abuela, no puedo creer que te estoy conociendo. ¡Si habremos reído juntas!”. Todo eran historias y besos para abu. Y se los merece, que les voy a decir. 

Ya se hizo de noche, fue un día increíble. A dormir. ¡Ey, Primero a comer, che, que estamos en Asturias! La sobre mesa se hizo larga, Segundina no ahorraba en palabras y nos contó historias de todos lados. Todas con su acento y esa manera de hablar bien asturiana: “Operáronlo cuatro veces, y un ojo perdiolo. Tenía una nube en el ojo, teníala y tiénela.” No importa de quien hablaba, ella se reía y nosotros nos reíamos, aunque todos los asturianos hablaban igual, a veces parecía que estábamos en un sketch de Les Luthiers. Todavía nos reímos. 

El día siguiente estaba sujeto al clima. Mi abuela nos hablaba siempre de la virgen de Covadonga, nos contaba que tenía una iglesia en la piedra y que había unas montañas muy altas con lagos. Supimos en Asturias que nos hablaba del Parque Nacional Los Picos de Europa, en Cangas de Onís. Sobre la piedra de una de sus montañas está la Cueva de Covadonga, un templo católico del Siglo VIII, famoso (además de por ser una cueva) por tener una cascada y fuente con siete chorros de los que si uno bebe dicen que se casa pronto... veremos (?).


Cerquita de ahí está la Basílica de Santa María La Real de Covadonga, construida en una elevación y a principios del 1800, de una construcción impresionante, de afuera una de las iglesias más hermosas que vi, caminar por ahí fue un placer.

Subimos con el auto a las montañas para ver los dos lagos famosos de los que tanto nos hablaron. El camino era muy angosto y recién a 1000 metros de altura los íbamos a poder ver. Pero llegamos ¡y fue un placer! Descansamos, caminamos por las montañas, recorrimos una mina antigua, descansamos a orillas del lago y tomamos una sidrita del lugar. A su salud. 


Volvimos a Miño muertos de cansancio, nos quedaban pocos días ¡y aún no habíamos ido a Oviedo! 

Al otro día emprendimos viaje temprano. Recorrimos Oviedo, la ciudad más limpia de España, y se notaba en cada vereda. En la plaza central había pavos reales, cisnes y patos que te salían a buscar a ver si tenías algo para darles. Abu siempre nos contó que las mujeres se arreglaban mucho hasta para ir al mercado, asique fuimos a comprobar. Y si, hasta tapado de piel, tacos y maquillaje en la carnicería.

Fuimos a la oficina de turismos para que nos recomiende qué ver. Casco antiguo y Catedral. Nos encontramos con que en la catedral estaba en Santo Sudario, asi que fuimos a echar un ojo. Caminado por las hermosas calles del casco antiguo encontramos el Museo de Bellas Artes, entramos y tuvimos la suerte de ver un Dalí, un Picasso y varios Grecos. 

A la vuelta para Tineo, pasamos de nuevo por Luciernas a ver a Fino. Es muy raro ver a alguien sabiendo que va a ser la única y última vez. Fino nos llenó de besos, y a cambio le dejé todos mis datos anotados, nos dijo que un nieto sabe usar computadoras y quizás podíamos comunicarnos por ahí. Prometí fotos. Nos rogó que le digamos a mi abuela que vaya a verlo, que quiere verla antes de... Por favor, que no llore porque me muero. 

Nos fuimos en seguida a cenar con Segundina y Gonzalo. Segundina hizo lo imposible para que nos quedemos. Nos rogó que volvamos ¡hasta nos dijo si no nos queríamos quedar a vivir en España! 

-¡Pensar que estaba asustada!

Al otro día nos fuimos muy temprano al aeropuerto. Le dejamos a Segundina una carta sobre la cama para agradecerle todo lo que había hecho, y prometiendo volver. 

Hace unos días la llamamos para ver como estaba. Nos contó que habló con mi abuela: le dijo que decidió que el año que viene la va a visitar. 

Hoy estoy lejos de mi tierra, hoy extraño donde nací. Y quizás eso me acerca a vos, pero yo sé que vuelvo. Perdón abu. Por no creerte, por pensar que exagerabas, por no entender tu dolor. Era todo verdad, tal como vos lo contabas. Pero ahora lo sé y se lo cuento a todos, y apenas te vea te lo voy a contar a vos, y nos vamos a reír juntas.


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