lunes, 3 de diciembre de 2012

Asturias, tierra de (mi) historia

Asturias empezó antes de sacar el pasaje, antes de pisar Barcelona, siquiera. Asturias empezó cuando le contamos a mi abuela que nos íbamos a España por 6 meses.

- ¡España! ¡Mi tierra! En Barcelona pasamos 27 días, antes de que salga el barco para Argentina. Porque desde Asturias no sabíamos las fechas de los barcos. ¿Vas a ir a Asturias? La casa en la que nací todavía existe, vive mi hermano. Las castañas, Luciernas, el frío.- Y se puso a llorar.

Asi que ese día, la despedida de mis abuelos, tomé nota de todas aquellas historias que escuchábamos de nenas, donde todo parecía lejos, inalcanzable y exagerado.

- Yo soy de un pueblo que se llama Luciernas. Mi casa es La Casa de la Derecha.
- ¿Y te acordás de la dirección, abu?
- No tiene dirección, vos preguntá por La Casa de la Derecha.

Aunque todos sabíamos que era poco probable lo que nos contaba, uno no se pone a discutir con los recuerdos de una mujer de 80 años, sobre todo porque da gusto verla.

¡Y las castañas! Si habremos escuchado sobre las castañas...

-¡Daba pena pisarlas! Caían de los árboles a montón, nadie las juntaba! Imposible no pisarlas. A montón...

Es difícil imaginarse todo lo que se vivía en esa época. Había que irse de Europa, dos se sus hermanos estaban bajo bandera con Franco y ella recién cumplía los 18. Sin madre desde joven, un padre con 5 hijos hace lo mejor que puede.

- Como se trabajaba en esa época, mi amor. El barro hasta las rodillas, el frío, la humedad. Las vacas, las gallinas, caminar kilómetros. Era difícil, mi amor.

El padre decidió mandar a dos para Argentina. Un tío allá las esperaba, tenía un bar. Y también una tía, que podía enseñarles a ser mujeres. Porque como se imaginarán: las mujeres nacidas en los '30, no nacían mujeres: aprendían a ser mujeres.

- Papá nos hizo estudiar. Fui a una escuelita hasta las 15, había que caminar mucho para ir. No había carreteras. Pero él quería que estemos preparadas.

Después de todo esto, nos contó de su hermana Segundina, que vivía en un pueblito cerca de Luciernas. Ella iba a estar feliz de recibirnos, decía.

-Porque Fino está muy mayor... él vive en nuestra casa. Quizás no lo vea nunca más, a mi hermano mayor. Abrazalo fuerte por mí si lo ves...

Después nos siguió contando de su hermana. Hablan seguido, nos contó que tiene una casa grande con varias habitaciones, que nadie habita, por ella y su marido Gonzalo no pudieron tener hijos. Ahí nos iban a atender como reyes, dijo.

Y en seguida empezaron los llamados...


Llegamos a Barcelona y, una vez ubicados y con los horarios de la facultad listos, empezamos a buscar destinos para viajar los fines de semana. Una vez cumplida la promesa de París, tocó Suecia, y después: la llamamos a abu para decirle que ya teníamos pasaje para conocer la casa en la que nació. Ay, como lloró esa mujer. Sus 83 no vienen solos, sepan entender.

Decidimos alquilar un auto para retirar en el aeropuerto. Sabíamos que Tineo quedaba lejos de Oviedo y no iba a ser fácil llegar. ¡Y lo bien que hicimos!

Tineo es una localidad de Asturias que está compuesta por más de 300 pueblos, de los cuales la mayoría no supera los 70 habitantes. Luciernas, Miño, Navelgas y Bárcena están ahí, cada uno a más de 500m de altura sobre el mar, y con una parte de las raíces de mi abuela.


La ruta que nos marcó el gps del celular no fue la mejor, pero eso lo supimos mucho después. Lo bueno fue que seguimos al mar de costado por casi 100 km. Después nos metimos en las montañas por otro tanto. El camino el curva y curva y curva, subida y bajada, subida y bajada. Hasta que llegamos a Navelgas, primer nombre conocido. De a poquito se iban haciendo verdad los cuentos de aquellas veces.

Paramos en un bar y desayunamos. Todos nos miraban. En seguida seguimos camino, la hermana de mi abuela nos esperaba para la hora de almorzar.

Hicimos algunos kilómetros más y finalmente llegamos a Miño, Segundina ya nos había dicho que para encontrar su casa no había más que preguntarle a cualquier persona que veamos, y no fue difícil. Los vecinos se asomaban a las ventanas para vernos pasar: un auto desconocido entró al pueblo.

Una mujer en una ventaba asomaba a su bebé y aprovechamos la ocasión:

- Disculpe, ¿la casa de Segundina y Gonzalo?
- ¡Es aquella de allá!
- ¡Muchas gracias!

Fuimos en busca de esa casa, pero las calles eran todas chiquitas, empinadas, con vacas del otro lado de cada alambrado o pared. Nos perdimos de nuevo. Entonces encontramos un hombre que nos dijo “Síganme”. Y lo seguimos. Era Gonzalo, el marido de la hermana de mi abuela. Resulta que la vecina de la ventana la llamó para decirle que la estaba buscando, y él salió al encuentro. Pequeñas delicias de vivir en un pueblo de 60 habitantes.

Las calles de Miño
Segundina nos recibió en la puerta de su casa, arriba de unos 4 escalones, con los brazos en la cintura sonriendo de oreja a oreja: “Asi que eres tú” dijo. “¡Pero que buenmozos!”. En seguida entramos.

Confesó que estaba nerviosa, que la noche anterior no había dormido porque no sabía con qué se iba a encontrar. Por suerte para todos nosotros llevamos más visitas: mi vieja y chacho se sumaron al viaje, ¡y Segundina estaba encantada con los 4!

En seguida, al mejor estilo asturiano, nos llenó la mesa de comida. Los rasgos de mi abuela se hacían notar y su hermana se dio el gusto de hablar maravillas de ella. Nos contó lo hermosa que era, de sus trajes a medida, de como trabaja desde el amarecer, de cómo enloquecían a sus pies los mozos del pueblo. Y hasta nos contó una historia de amor: parece que mi abuela estaba enamorada de un sacristán y cuando su padre se enteró decidió mandarla para Argentina, entonces decidieron escaparse juntos, pero mi bisabuelo se enteró y la mandó para América un día antes de lo planeado. Nos contó que el pobre sacristán aún anda por ahí, solo, dicen que todavía con mal de amor que nunca se le curó.

Después de comer, nos designaron una habitación matrimonial a cada pareja, y una vez ubicados nos pasearon por la casa. Dos pisos, chica pero muy acogedora. La cocina se llevó el premio a la sorpresa: una cocina económica. Abajo de la casa había un gran sótano en donde antes estaban las vacas durante el invierno, también ponían las cosechas y algunas otras cosas. Hoy tenía la leña, las gallinas, muchas papas y dos freezers llenos de cosas.

Nos contó que viven de un seguro del estado, que como no tienen hijos el ayuntamiento les manda una señora a limpiar dos veces por semana: “¡Y si mi vida, a nosotros ya nos toca descansar!”, y lo bien que hacen.

Durante todo el relato, tres vacas se asomaban desde atrás de la ventana de la cocina.

También nos contó que como no hay comercios, todo el pueblo es abastecido por camionetas que les traen lo que necesitan y se lo deja en la puerta: el lunes el pan, el martes de carne, miércoles los congelados, etc. Ellos tienen varios terrenos que alquilan, y el que quedaba más cerca tenía un protagonista que hasta el día de hoy extrañamos: un burro que era lo más tierno que vi, bajaba las orejas cuando lo ibas a acariciar. ¡Te extrañamos, Eddie! (si, le pusimos nombre).

Hermoso animal, todavía no sé como me dio bola (?)
Salimos a caminar y nos encontramos con unas vistas soñadas. Ahí nomás, dando unos pasos, un valle hermoso y más y más montañas y vacas. Caminando por las callecitas nos encontramos con unas sogas que impedían algunos pasos. Tardamos en entender que pasaba, hasta que vimos salir de un portón a una señora seguida de un montón de vacas. No paraban de salir, cada una siguiendo a la anterior y la primera siguiendo a la señora. ¡A comer pastito, chicas!



Al costado de la casa salía un camino cubierto de castañas ¡imposible no pisarlas! Juntamos las más grandes, y de a poco fuimos viviendo lo que nos contó abu.

El piso lleno de castañas
Ese mismo día quisimos ir a Luciernas. No podía creer que iba a conocer la casa en la nació mi abuela. Cuando estábamos por llegar, Segundina dice "Esa es la casa de la derecha". Si, efectivamente se llamaba así. Y todos la conocían así. 

Llegamos y Tita, la hija de Fino, rompió en llanto. Fino es el hermano mayor de mi abuela, 92 años de experiencia asturiana, todos en la misma casa que los vio nacer. Nos contó más historias, nos habló de abu con el auténtico amor de un hermano mayor, de su trabajo, de su belleza, de lo que la extrañó por años. Nos contó que la casa fue reformada 3 veces, pero que aún conservaba partes originales: el patio y el depósito, asi que allá fuimos a sacar unas fotos.

El patio de la casa en donde nació mi abuela, igual que en aquellos tiempos
Ese día terminó ahí, con todas esas caras nuevas queriendo saber de nosotros. Nos volvimos a Miño a seguir comiendo y a descansar, al otro día tocaban paseos.

8 comentarios:

  1. Menos mal que terminó..., no pude parar de llorar

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  2. Mirá, se podían haber llevado la bombona...haberlo sabido!!!

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  3. Mucho no puedo escribir porque no veo de las lagrimas, ..... espectacular.

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  4. Cualquier espacio es insignificante hasta que se descubre que es un lugar en el mundo, los recuerdos y el amor lo llenan de sentido, es muy emocionante y qué bien lo contás!

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  5. Le estaba mostrando a Pablo esto y me dice que su familia (una bisabuela por el lado de su mamá) también de de Asturias. ¡El mundo es demasiado pequeño!

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