viernes, 9 de noviembre de 2012

Suecia, llegada, introducción (?) y primer día

Nuestro avión a Suecia salía de Barcelona a las seis y pico de la madrugada. Desde casa, es decir, desde las afueras, sólo se puede llegar al aeropuerto en tren. Lamentablemente, el RENFE -la red de trenes nacional española- cierra a las doce de la noche, y recién vuelve a arrancar a las cinco de la mañana. Como la lógica indicaba que a eso de las cuatro teníamos que estar en el aeropuerto, y ya habíamos fastidiado a nuestro amigo catalán con auto para que nos alcance al aeropuerto en el viaje a París, decidimos aprovechar la juventud (?) e ir a dormir en los cómodos asientos de El Prat. 

Llegamos al aeropuerto alrededor de las doce, y tuvimos un chasco: la oficina de Ryanair (donde los no comunitarios tienen que hacer el trámite de control de pasaporte) abría a las cuatro, así que no podíamos pasar a la zona internacional, donde están los asientos cómodos. Pero no nos hicimos mucho drama, somos gente de mundo que duerme en cualquier lado.

¡Sacate la gorra, Ryanair!
El vuelo fue muy tranquilo. Bah, en realidad, no tenemos idea de como fue, nos los dormimos de punta a punta. Llegamos al aeropuerto de Skavsta alrededor de las diez, y ahí nos encontramos a Alejandro, el tío de Corina, que nos vino a buscar y nos alojó extraordinariamente en su casa durante toda nuestra estadía.

Skavsta, como todo aeropuerto low cost que se precie, está a unos cuantos kilómetros de la ciudad. Alejandro alquiló un auto para venir a buscarnos, y tuvimos a Frida, su hija, como chofer durante todo ese día. En el aeropuerto ya se pueden ver algunas señales de lo que es la hipercivilización (?) sueca, hay cabinas para fumadores -que absorben el humo- y los baños son unisex.

Lo que sí, está prohibido comer en las cabinas, vaya uno a saber la razón
Decía que llegamos el sábado a la mañana y, aprovechando que tenían el auto -¡que alquilaron para ir a buscarnos!-, nos llevaron a pasear. Fue un día de más charla que de recorrida, nos la pasamos hablando con Alejandro (Frida ,que entiende castellano, escuchaba y de tanto en tanto agregaba algo en sueco) un poco sobre Suecia y un poco sobre Argentina. Nos llenaron de explicaciones y datos de color. Como es lógico, se aprende mucho más sobre un lugar cuando uno está en contacto con gente de ahí. Y claro, mucho más si hablan el idioma y tienen ganas de dedicarse a desasnarte.

Como contaba, el día se hizo bastante corto. Del avión pasamos al auto, nos esperaban unos cien kilometros   hasta Estocolmo, con una pequeña parada previa -que ahora cuento-, con lo cual, llegamos bastante entrada la tarde. Pero lo cierto es que ya la ruta fue una grata sorpresa.

La paleta de color de otoño es impresionante
A primera vista, Suecia es muy hermoso. Es, tal y como nos la describieron los locales, una piedra enorme, con algunas piedras chicas adosadas. No hay tierra en su sentido más literal: se siembra en lugares preparados para sembrar, pero el suelo es todo piedra. Llegamos en pleno otoño, que, según nos contaba Alejandro, es un "suceso". Es decir, hay largos meses de invierno, dos semanas de primavera en las que todo florece, largos meses de verano, y dos semanas de otoño en las que se caen las hojas, y volvés al paisaje de invierno. Bueno, tuvimos suerte: el otoño sueco -en general, las fotos que sacamos no le hacen justicia- es algo increíblemente bello.

Nuestra primer parada fue el IKEA. Supongo que la gran mayoría sabrá de qué hablo, aunque no hay en Argentina. Pero por las dudas: IKEA es una empresa de artículos para el hogar, en su sentido más amplio. Venden desde toallas y almohadones hasta pilas, lámparas solares, cocinas eléctricas y bibliotecas. Todo está armado en forma de habitaciones, a las que uno va entrando. Si algo le gusta, anota el nº de producto, lo recoge en el almacén del subsuelo, y pasa por caja. Como sea, es un ícono de Suecia (junto con Roxette y Abba (?)), que es un país que se destaca, entre otras cosas, por sus diseñadores. Según nos contaron, IKEA se caracteriza por su afinidad con los diseños ajenos y su escasa inclinación a pagar por ellos (?). En definitiva, lo importante es que ahí se puede comprar de todo, muy bonito, y a precios mucho más económicos -para Suecia, ya llegaremos a eso-.

El estacionamiento del IKEA al que fuimos era gigante, y la tienda, inmensa. Del tamaño del Abasto, al menos, pero sólo de muebles y cosas para la casa. Era un sábado lluvioso al mediodía y, por ende, estaba lleno de gente. Según nos explicaron, la actividad sueca por excelencia del fin de semana es ir a huevear a alguna tienda de la gran cadena. Dimos alguna vuelta por ahí, comimos comida tradicional sueca (Corina comió köttbullar y yo una suerte de pollo con papas fritas y ratatouille), y de ahí nos fuimos para Estocolmo.

Medidores de pureza del aire y el agua
Suecia (o lo que recorrimos de ella) es muy distinto a lo que estamos acostumbrados. Si algunas cosas que vemos que el estado hace en España sorprenden... bueno, en Suecia el estado está en todo. Si uno es ciudadano, tiene la subsistencia asegurada. El seguro por desempleo nunca se acaba, y se puede vivir muy bien cobrando sólo eso. Pero por supuesto: salir a la calle un día de semana en horario de trabajo está mal visto, salvo que uno sea un turista; los pocos desempleados que hay, se esconden avergonzados de su situación.

No se pueden poner cartelones publicitarios en las calles, salvo los del estado (y los de IKEA, por supuesto, que es pseudo estatal). Suponemos que es por eso que cuando uno camina, los espacios dan la sensación de ser mucho más grandes, resulta muy relajante a la vista. Todo lo contrario a lo que es Buenos Aires -o París-, mucho más sobrecargado y estresante.

El Castillo al frente, el Parlamento atrás
De Estocolmo no vimos tanto ese día. Fue más bien la experiencia (y las charlas sobre qué era cada cosa que pasábamos) que otra cosa. En realidad, entre la distancia del aeropuerto a la ciudad, y la parada en el IKEA, terminamos llegando alrededor de las tres de la tarde. Y claro, ahí tocaba estacionar. Estacionar en Estocolmo es como estacionar en Barcelona: no se estaciona. Dimos vueltas y vueltas, alejándonos cada vez más, y terminamos dejando el auto (¿a las cuatro, tal vez?) a un par de estaciones de subte del centro de la ciudad, en Södermalm, la isla del sur. Por supuesto, nada de eso nos molestó, ya que pudimos aprovechar para mirar un poco la ciudad.

Nos tomamos, contaba, el primer subte. Las estaciones de subte de Estocolmo son todas distintas. No nos avivamos de sacar fotos ese día pensando que lo íbamos a volver a usar más adelante, y como al final recorrimos todo a pie, nos quedamos sin. Pero, si mal no recuerdo, la joda es que cada estación está diseñada por un ¿arquitecto? distinto. Entonces cada una tiene materiales distintos o distinta decoración, es sumamente pintoresco. Acá hay un link para que puedan mirar, vale la pena.

Recorrimos un poco el centro actual de la ciudad (que, si no me equivoco, es la isla del norte, o sea, Norrmalm), paseamos por el parlamento y el castillo, y finalmente, cerramos el día en el Kulturhuset -la casa de la cultura- donde está el teatro de la ciudad, la biblioteca y muchas otras cosas, como ser el barcito de la terraza donde merendamos.

Kulturhuset a la derecha, galerías subterraneas a la izquierda
Bajando de la casa de la cultura está la entrada a las galerías subterraneas. No tiene mucho sentido que le busque uno explicación, porque está a la vista: en Suecia hace frío, entonces los negocios están abajo de la tierra (?). Ahí mismo nos tomamos el subte todos juntos para volver al auto. Ya eran alrededor de las seis de la tarde, había anochecido, y todavía nos faltaban como 70 km para llegar a Uppsala, la ciudad en la que vive la familia de Corina.

La gente en Suecia cena alrededor de las cinco, seis de la tarde (¿seis de la noche?), así que apenas llegamos nos prepararon la comida. Me olvidaba: paramos antes en el Willy's, el supermercado, a elegir todas las cosas extrañas que se nos antojaron (entre las que se cuentan unos caramelos con forma de Yoda que estaban buenísimos), invitados por nuestros anfitriones. Después de cenar, hicimos una sobremesa larga, en la que seguimos charlando por horas, y finalmente nos fuimos a dormir.

La cocina de nuestros anfitriones
Dos cosas que me quedaron pendientes. Primera: como es lógico, la ciudad está completamente preparada para el frío. Es decir, si bien no estuvimos en el crudo invierno (?), la temperatura no se sufrió en lo más mínimo. En mi caso, con una remera y una campera estaba perfectamente bien. Al entrar a cualquier lugar, uno se saca la campera y está de diez. Según nos contaron, no hay termotanques ni calefones particulares, sino que el agua caliente directamente viene por los caños, que pasan por abajo de las calles (así se aprovecha el calor para derretir la nieve, cuando la hay). 

Segunda: Suecia es caro. Muy caro. La moneda es el SEK, o corona sueca. El cambio es aproximadamente 8,5 SEK por cada euro (o sea que en el fondo, Suecia no está tan lejos de Argentina (?)). Las cosas (la comida en el supermercado, los souvenires, etc.), según las cuentas que hago en mi cabeza en este momento, son más o menos 20% más caras que acá en España. Cenar afuera puede costar 200 SEK, o sea, más de 20 euros, aunque hay que decir que es bastante más barato al mediodía. Sin embargo, hay que decir también que los sueldos son muchísimo más altos que en España. Según nos contaron, los sueldos van de 18.000 SEK, que es un sueldo bajo, hasta 50.000 SEK, un sueldo altísimo. La escala es así de chata, no hay gente que gana nada, ni gente que gana millones. Pero los sueldos más bajos son del doble que el sueldo promedio en España (que anda por los €1000-1200), con lo cuál, no es tanto que Suecia sea caro, sino más bien que es caro para los no suecos.

Por suerte a nosotros nos mantuvieron prácticamente todo el viaje (?).

4 comentarios:

  1. Que lindo se ve todo. Hermosos colores, hermosa la casa del tío de Coqui! Aunque nuestros subtes no tienen nada que envidiarles a esos que vi en la página... (?)
    QUEREMOS MAAAS!
    No se tarden tanto!
    Love you.

    ResponderEliminar
  2. Acabo de entrar al Maps para ver por donde anduvieron y encuentro en Kulturhuset justo un bar de tapas que se llama Barcelona (!) Que loco jiji!!

    ResponderEliminar
  3. Si!! creo que en alguna foto se ve, se llamaba BAR-cerlona. Creativos los suecos(?)

    ResponderEliminar
  4. Me encantó lo de los subtes! Digámosle a Macri que ahora que los va a tomar los haga así (?)

    ResponderEliminar