sábado, 12 de enero de 2013

Navidad en Madrid

¡VOLVIMOS! No, mentira. Seguimos de viaje por España, pero no quería dejar de adelantarles algo de esta gira espectacular que estamos haciendo.

Empezamos el 24 de diciembre viajando a Madrid en un tren super loco de alta velocidad. Barcelona Sants - Madrid Atocha en menos de 3 horas, una genialidad. Pisamos suelo madrileño y nos tomamos rapidito el renfe a El Boalo, una familia de gente divina (tíos de Pablo) nos estaba esperando para alojarnos por casi una semana, darnos de comer como reyes y hasta pasearnos. Este pueblo queda a 30km del centro de Madrid, está al borde de un cordón montañoso y a 900 metros de altura. Una vistas divinas y un fresquete que ni te digo, aunque como nos comentaban los locales: hacía menos frío de la habitual para esta fecha del año. 

Recién llegados a Atocha
Pasamos la navidad a las risas, charlas y bocados. A las 12 brindamos ¡y hasta recibimos regalitos! Navidad con frío, que loco. Mientras tanto, desde Buenos Aires nos contaban que allá hacía 47 grados...

Al tiempo nos tocó pasear. Mapa en mano, entre caminar por la ciudad y visitar nuestros destinos, los días se pusieron cada vez más lindos, a veces un poco de niebla nos complicaba las vistas, a veces un sol radiante nos sacudía el frío.

El Boalo
Nunca me iba a imaginar que Madrid era tan hermosa, me deslumbró. Más parecido a Oviedo que a Barcelona, la gente muy amable y educada, las mujeres arregladas hasta para hacer las compras, las veredas impecables. Entre calles angostas, mil bares, balcones, monumentos, palacios y museos, Madrid tenía nombres familiares en todos lados. Canciones de la infancia y de la adolescencia van y vienen.

Desde El Boalo no quedaba otra opción que levantarse bien temprano. Un bus (muy cómodo, por cierto) de una hora y pico nos dejó en Moncloa, donde tomamos el metro hasta Sol. Y así, una de las plazas más famosas de Madrid nos dio la bienvenida a la ciudad: la Puerta del Sol. No sólo es uno de los puntos más céntricos de la ciudad, sino que es el kilómetro cero de España, y últimamente muy famosa por ser el centro de concentración de los indignados. La plaza, para mi sorpresa, es bastante chica y como todas las plazas de Europa: no tiene ni un poquito de pasto. Menos mal que la gente no toma mate acá, che. Otra cosa que hace esta plaza muy famosa: tienen arriba de una torre el reloj donde a las 12 de la noche del 31 de diciembre se dan las campanadas durante las que todos comen las 12 uvas de la suerte para el año que entra. Detalle que nos llamó mucho la atención: de varios locales salían enormes colas de gente, nos acercamos a ver que pasaba y resultaron ser todas casas de lotería. Crisis, amigos.

Puerta del Sol y su famoso reloj
Caminamos por casi toda la ciudad, hasta llegamos a la Plaza Mayor, esta sí bastante más grande que la anterior. Es una plaza de gran importancia para la ciudad, ya que fue el centro político de Madrid. Enteramente encerrada por edificios, sus 237 balcones iguales son testigos de la vida española y sus dueños tienen la obligación de alquilarlos para los eventos importantes que ocurren en la plaza todos los años.

Plaza Mayor
Caminamos por el casco antiguo, pasamos por el Teatro Real y seguimos directo al Palacio Real. Llegamos y nos encontramos con dos colas enormes. Una para entrar al Palacio ¿y la otra? Para ver el Belén. Resulta que acá es de gran tradición visitar estas representaciones, que nosotros llamaríamos pesebres, en las iglesias, palacios y diferentes lugares que los tengan. Los traen de todas partes de Europa, y las coquetas familias de todas las edades hacen sus filas, a veces de cuadras enteras, para visitar las recreaciones. Como somos gente afortunada, tuvimos la suerte de ir el único día de la semana al único horario en que es gratis al Palacio Real. ¡IUJU!

El Palacio Real
El Palacio es obviamente impresionante. Aunque es sólo utilizado para ceremonias oficiales, el Palacio Real es la residencia oficial del Rey de España. Construido a principios del 1700 por Felipe V, como casi todos los palacios de la época. Era un Rey muy amante de la arquitectura, coleccionista de arte y despilfarrador de riquezas (?). Es famoso por su extensión, siendo el segundo más grande de Europa Occidental con sus 135.000 metros cuadrados y 3.418 habitaciones. Imaginen lo que puede ser estar ahí adentro. Imponente. Visitamos sus patios y el museo de armas. A Pablo le brillaban los ojos con la colección de armaduras de los reyes del siglo XVI, yo me moría con las inmensas escaleras de mármol, y las diferentes habitaciones decoradas con tapices y sillones antiguos.

Interior del Palacio
Se nos hizo de noche, cruzamos la calle rapidito para ir a la cripta de la Almudena, que estaba por cerrar. De estilo neorománico, toda en blanco y silenciosa, descansan varios miembros de las familias más ricas y poderosas de Madrid. Ahora sí, a la Almudena (para los amigos: Catedral de Santa María la Real de la Almudena de Madrid) hermosa e inmensa iglesia.

Desde ahí caminamos la noche madrileña, todo estaba decorado de navidad y había luces en todos lados.


Paseamos por el Barrio de las Letras, y estuvimos en las que fueron las casas de Lope de Vega y de Cervantes, muy cerquita una de la otra.

Se nos hizo super tarde y había que volver al Boalo, si no agarrábamos el bus de las 21 teníamos que esperar una hora y media el siguiente. ¡Corramos!

El siguiente día arrancó igual: apenas amanecía y en las calles y en los parabrisas de los autos todo era hielo. Para cuando llegamos a la parada de colectivos estaban saliendo los primeros rayitos de sol, que nos ayudaron a sobrepasar esos graditos bajo cero, restos de la noche.

El segundo día arrancó con caminata por la ciudad, esta vez nos tocaban las avenidas. Agarramos Atocha y caminamos, cruzamos Gran Vía y seguimos hasta nuestro primer destino del día: la Plaza de Cibeles, con el impresionante Palacio frente a ella, al que le cede su nombre. Desde la puerta de costado salía una cola eterna, ¿para que será? Para ver un Belén, claramente. La Plaza es una especie de rotonda con una fuente preciosa en el medio, dedicada a Cibeles, diosa de la Madre Tierra. Muchos la conocerán por tu importancia futbolísitica: en esta plaza es donde en Real Madrid festeja sus campeonatos, y también un símbolo de la ciudad.

Plaza de Cibeles y Palacio
De ahí nomás ya se veía lo que yo quería ver, a dos cuadritas de distancia: la Puerta de Alcalá. Divina, inmensa, también en el centro de una rotonda, fue construida en a fines del 1700 y era una se las 5 puertas de ingreso a la Ciudad de Madrid. La Guardia civil nos hizo difícil la tarea de sacar una foto, los muchachos estaban muy ocupados cumpliendo su deber de vigilar el tránsito, hasta que Pablo se cansó de ellos y para sacárselos de encima le pidió a uno muy amablemente que nos saque una foto. El policía chocho, abandonó su puesto de trabajo, se levantó el casco, se puso en cuclillas para que salga toda la puerta y, luego de varios segundos tratando de mejorar el enfoque, tomó la foto. La foto, por supuesto, apesta. Pero alguna por suerte nos quedó.

La Puerta de Alcalá
Terminada la aventura, cruzamos Alcalá y fuimos para el Parque del Retiro. Justo cuando entramos bajó un banco de niebla y nos complicó un poco el paseo, por las vistas y el frío. Pero se soportó. 118 hectáreas, dos palacios y muchísimas esculturas. Otro de los símbolos de Madrid. En los Palacios hay muestras de arte moderno, bastante birrazín a decir verdad...

Palacio de Cristal, dentro de Parque del Retiro
Y del arte moderno que era un hilo atado a columnas pasamos a Museo Reina Sofía, a conocer al Guernica. No seamos egoístas: también había Dalí, Miró y otros Picassos, pero el Guernica se hacía notar. Pablo no es muy amigo de su tocayo el artista, pero a mi me fascinó por su importancia como símbolo de las tragedias de la guerra, entre otras cosas.

No nos gustó mucho el Reina Sofía, hay que decirlo. A mi gusto, son pocas las obras que hay allí que vale la pena visitar y el museo en sí, arquitectónicamente, es medio pobre. Yo les diría a los que quieran ir, que si no les interesa alguna obra en especial, ni vayan.

Lo que siguió repuntó bastante: el Museo del Prado. Leímos que a las 18 se entraba gratis, pero a las 20 cierra, así que teníamos dos horas para correr por los prados... digo: correr por El Prado (?). Y así fue: una cola inmensa llena de ratones como nosotros, pero a las 18 en punto abrieron la puerta y fuimos directo a ver una lista de 30 obras que queríamos ver, entre ellas: las Majas. Un gusto, chicas.

El Museo del Prado
A las 19.50 un timbre sonó en el museo y los guardias en seguida corrieron a prohibirnos ver más obras, nosotros habíamos visto a las Majas 15 segundos antes ¡menos mal! 

Recorrimos la ciudad de noche, un último paseito y al Boalo a descansar ¡nos esperaban con unas exquisitas pizzas caseritas!

El último día arrancó por el lugar más impresionante del viaje: el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Es un palacio, una basílica y un monasterio, construido a mediados del 1500. El Palacio fue residencia de la Familia Real, la Basílica es el lugar de sepultura de los reyes y el Monasterio aún es ocupado por órdenes religiosas. Está sobre la ladera de un monte, a más de mil metros de altura y con una superficie de 33.327 metros cuadrados. 

El Escorial
Es un lugar increíble, no me quería ir. Tiene desde un museo con los instrumentos usados para su construcción, salones de bibliotecas, salas de los reyes con mobiliario de la época, hasta pinturas en las paredes de las batallas (hoy históricas) que iban ganando los reyes que allí vivían para decorarse con su propia fama. Un patio inmenso con vista a las montañas, y unos jardines impecables. Volvería mil veces. 

Las vistas desde las ventanas de El Escorial.
Desde ahí, bastante lejos del centro de Madrid, nos tomamos un bus y fuimos a nuestra última visita, que consistía simplemente en pasear por los jardines que nos habían quedado pendientes, recorrer de nuevo las calles y ver el atardecer en un templo egipcio. Y así fue, el Templo de Debod fue un regalo de Egipto a España por su ayuda para salvar sus templos. Este que le regalaron tiene unos 2.200 años. Y el atardecer fue inolvidable, pero viendo las fotos lo van a entender. 

El Templo de Debod
Tres días nos tomó, tranquilos recorrimos y caminamos la ciudad, cada rincón de lo que queríamos conocer.  

¡Pero no hay tiempo para descansar! Corramos que queda mucha España por ver.  



¡Muchas gracias!

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