Uno podría definir despertador como aparato siniestro, incluso usar su nombre como sinónimo de maldad y flagelo. El odio se multiplica aún más de manera inversamente proporcional a las horas de sueño que nos permite el malnacido invento.
Pero he acá una
novedad: a pesar de 4 míseras horas de descanso y un sonido insoportable, una
vez en la vida puede que lo adores si te recuerda que estás en París y encima
hoy cumplís 26 años. Arriba!!
Nos vestimos como si hubiéramos descansado años, muy
felices. Bajamos a un bar a desayunar: café con leche con pan con manteca y
mermelada. ¿Vieron? Esto mejora a cada párrafo.
Lo liquidamos mirando a la calle. Silencio chicos, París
duerme a las 8 am los domingos. Tomamos el subte para ir a las Catacumbas. Y
sorpresa: cerradas por problemas en las ventilaciones. Puchereamos en francés,
pero en seguida retomamos la marcha con un nuevo plan: ¡caminemos a los
Jardines de Luxemburgo!
Jardines de Luxemburgo |
Debemos confesar que fuimos con las expectativas bajas. Habíamos
leído que eran mucho más lindos los de Tulleries, y que quizás ni valía la pena
ir a los Jardines de Luxemburgo. Bueno, yo no sé quien habrá escrito semejante
cosa, porque son una locura.
Palacio de Luxemburgo |
En el medio del parque una fuente enorme llena de patos y
barquitos que otros guían con sus controles, remotos y alrededor: sillas, muchísimas sillas
verdes de hierro donde cada uno lee el diario, toma sol, o charla con el de al
lado.
Caminamos por el parque, descubrimos algunas esculturas
escondidas, descansamos en las sillas, subimos las escaleras de los jardines. En algún momento, asomándose desde atrás de una escultura, apareció nuestro imponente destino próximo: el Panteón.
El costado de los Jardines de Luxemburgo con El Panteón de fondo |
El Panteón, como nuestros sagaces lectores podrán deducir,
es un edificio con algunas tumbas. Pero, por supuesto, no a cualquiera lo sepultan ahí. El frente reza: “A
los grandes hombres, la patria agradecida”. Y entre aquellos grandes hombres Voltaire,
Rousseau, Victor Hugo, Marie Curie, Alejandro Dumas, Louis Braille hacen su descanso eterno.
Terminada nuestra inolvidable visita, aprovechamos una muestra
de Rousseau, que incluía algunos de sus manuscritos y piezas musicales que nos
divertimos escuchando (si, también se dedicó a la música).
La Sorbona |
De ahí, recordando a cada ratito que era mi cumpleaños, nos
fuimos en búsqueda de Sainte Chapelle. En
el medio, caminamos por la puerta de La Sorbona, dimos toda la vuelta buscando
la entrada, pensando en quienes habían pisado esa entrada que buscábamos.
Inevitable emoción.
Encontrar Sainte Chapelle no fue fácil, pero de lejos se veía
Notre Dame y el sena ya estaba divido en dos.
La entrada a la iglesia nos sorprendió bastante, de hecho
casi que fue por eso que no la encontrábamos. Un edificio la rodea: El Palacio de Justicia,
antiguo Palacio Real.
El Palacio de Justicia, antiguo Palacio Real |
Se inició su construcción en 1241 a pedido del Rey Luis
IX, para albergar algunas de las reliquias más importantes del catolicismo,
como la corona de espinas, una parte de la cruz, entre otras cosas. De estilo
gótico, tiene la colección de vitreaux más importante del mundo. Y los que la
conocen me entenderán: una vez subida la escalerita, la piel de gallina no se
te va tan fácil.
La finalidad de esta Iglesia era que el Rey pueda ir a su templo
sin tener que salir del Palacio, y a su vez, que este sea un relicario de su
religión y una muestra artística histórica. Cumplió todas, se ve.
Sainte Chapelle |
Los reyes, las espinas y los vitrales nos dieron hambre a
las 3 de la tarde: al barrio latino a almorzar, ¡yo quiero un omelette!
El Barrio Latino merece un post aparte. Es como estar en
todas las películas francesas y en la dama y el vagabundo, a la vez. Las callecitas
finitas, los hombres llamándote a sus restarantes en todos los idiomas, los manteles de colores, las
mesas en la vereda. Hermoso. Caminar por ahí es obligatorio.
Se lo llamó Barrio Latino porque allí se alojaban originariamente
los jóvenes que venían a estudiar a París, entonces se decía que por las calles
se escuchaba hablar siempre en latín. Hoy barrio de artistas, restaurantes y
turismo, encierra el encanto de lo cotidiano en parís, además de sus sabores y aromas.
Adentro, para nuestra sorpresa, había misa. Y para
definitivamente dejarnos mudos: la misa contaba con varias personas muy
elegantes paradas en tarimas, localizadas en diferentes lugares de la nave
principal que oficiaban de lectores, una cantante e incluso algunos músicos. Y enfrente del altar, lo más raro de todo: un grupo de bailarines. Exacto, un grupo de bailarines vestidos
con ropas de colores se movían de maneras muy extrañas al ritmo de la música
que cantaba la muchacha. Todo muy bizarro, muchachos. Tuvimos que gravarlo,
porque uno podría esperarse cualquier cosa de una iglesia de 850 años, ¡pero definitivamente
no eso! Reimos, y salimos.
Quisimos intentar subir al campanario, pero cerraba a las 4
y ya eran las 6. Pablito puchereó: él quería conocer a Quasimodo. Así que no nos quedó otra opción: nos fuimos a caminar por
París. (Así cualquiera, Corina no había visto el Jorobado de Notre Dame. Recién logré que la viera, a pura insistencia (?), una semana después de volver. De más está decir que durante todo el viaje estuve tarareando las canciones de la película)
En la puerta de la catedral un hombre ofrecía migas de pan a
los que se acercaban. Nos acercamos a mirar, y (por suerte) Pablo me insistió a que acepte las miguitas del señor. Con mucha vergüenza, pero alentada por el chucho, me acerqué más. Fue entonces cuando el señor me agarró la mano, me puso migas de pan y la
subió bien alto. Con el pedazo de pan que le quedó en la mano, guió a un montón de pajaritos, que estaban en un árbol, hasta mí. Si, en la puerta
de Notre Dame un montón de pajaritos se subieron encima mío para comer migas de pan, por un rato largo. Había que llorar, no me digan que no.
Todavía con esa emoción, cruzamos el Sena con tiempo de
sobra. El plan era caminar por la ciudad hasta la hora de cenar.
Elegimos un bar con wifi y nos sentamos a tomar un café
(horrendo café, por cierto). Pero lo importante era el wifi (?). El plan era, Tablet
en mano, decirle feliz cumple a mi hermana y que mi familia me pueda decir feliz
cumple a mi (una de las magias de ser melliza es poder decirle a alguien “igualmente”
cuando te dice “feliz cumpleaños”).
Toda la familia, incluso abuelos, desde el otro lado del
planeta, por webcam y con Notre Dame de fondo, deseándome felicidades, que ya a
esta altura del día me rodeaban como ángeles o veleros (si se me permite la
cita al gran Mario).
Terminando el café (yo tomé una coca cola, que no estaba horrible (?)), los dos enfilamos para el baño. Yo fui primero. Mi objetivo era ver si en los baños de París había unos secadores de manos parecidos a los que encontramos en unos baños de Barcelona (ya escribiré sobre ellos), pero ya que estaba, aproveché para desagotar (?). El bar, de adentro, era muy bonito, muy apretado... a la París. Al baño se subía por una escalerita caracol, que estaba metida atrás de la barra. Es decir, cuando uno iba subiendo, caminaba prácticamente por encima del barman y de los mozos.
Hago lo mio (?), salgo, y Corina se para, presta y dispuesta a hacer lo suyo. Después de un rato -que, por cierto, pasa muy rápido cuando uno tiene una tablet para jugar- (ojo, no es que tenía Notre Dame en frente, eh! -Notre Dame estaba ahí desde hace ochocientos cincuenta años, y para mi, desde la una del mediodía!-), mi señora aparece de nuevo, toda sonrojada. Le pregunto que pasa, y me cuenta: "¿Viste que tengo el talón lastimado? me bajé la parte de atrás de la zapatilla, y la estaba usando como chancleta. Cuando estaba subiendo la escalera, en un chancleteo se me va. Pero no a un escalón, sino a la parte del medio de la escalera de caracol, o sea, al piso piso, que era justo al lado de la barra. Los tipos escuchan el ruido de la caída, ven la zapatilla, me miran a mi, y se empiezan a cagar de risa. Pensé en dejarla ahí... pero me di cuenta de que en algún momento la iba a tener que levantar, y la vergüenza la iba a pasar, mejor bajar ahora. Agarré la zapatilla, y obviamente no quise parar a ponérmela, así que subí corriendo descalza la escalera. Hice lo mío (?), me puse la zapatilla y bajé con la poca dignidad que me quedaba". Por eso bajó toda colorada, mi cenicientita (?).
Terminando el café (yo tomé una coca cola, que no estaba horrible (?)), los dos enfilamos para el baño. Yo fui primero. Mi objetivo era ver si en los baños de París había unos secadores de manos parecidos a los que encontramos en unos baños de Barcelona (ya escribiré sobre ellos), pero ya que estaba, aproveché para desagotar (?). El bar, de adentro, era muy bonito, muy apretado... a la París. Al baño se subía por una escalerita caracol, que estaba metida atrás de la barra. Es decir, cuando uno iba subiendo, caminaba prácticamente por encima del barman y de los mozos.
Hago lo mio (?), salgo, y Corina se para, presta y dispuesta a hacer lo suyo. Después de un rato -que, por cierto, pasa muy rápido cuando uno tiene una tablet para jugar- (ojo, no es que tenía Notre Dame en frente, eh! -Notre Dame estaba ahí desde hace ochocientos cincuenta años, y para mi, desde la una del mediodía!-), mi señora aparece de nuevo, toda sonrojada. Le pregunto que pasa, y me cuenta: "¿Viste que tengo el talón lastimado? me bajé la parte de atrás de la zapatilla, y la estaba usando como chancleta. Cuando estaba subiendo la escalera, en un chancleteo se me va. Pero no a un escalón, sino a la parte del medio de la escalera de caracol, o sea, al piso piso, que era justo al lado de la barra. Los tipos escuchan el ruido de la caída, ven la zapatilla, me miran a mi, y se empiezan a cagar de risa. Pensé en dejarla ahí... pero me di cuenta de que en algún momento la iba a tener que levantar, y la vergüenza la iba a pasar, mejor bajar ahora. Agarré la zapatilla, y obviamente no quise parar a ponérmela, así que subí corriendo descalza la escalera. Hice lo mío (?), me puse la zapatilla y bajé con la poca dignidad que me quedaba". Por eso bajó toda colorada, mi cenicientita (?).
Terminado el gran momento (gracias novio alcahuete), disfrutamos de la vista y emprendimos
camino nuevamente. Se estaba haciendo de noche.
Bajamos al rio y caminamos por los bordes pasando por debajo
de los puentes. Luna llena y amor en París. Caminamos, nos prometimos amor
eterno a orillas del Sena, y seguimos caminando.
Difícil reponerse de ese momento, todavía nos dura hasta
hoy. Pero subimos a la calle y fuimos al precioso Barrio Latino. Caminamos
buscando un restaurante que nos guste ¡En realidad nos gustaban todos! Manteles
de colores y thonet por todos lados. Olores y mozos hablando en todos los
idiomas, te ofrecen los platos más típicos.
Elegimos uno. Cuando entramos le pedimos al mozo si podíamos
comer en el piso de arriba, nos dijo que no había lugar. Entonces otro mozo, el
que nos había ofrecido los platos cuando pasamos por la puerta media hora antes
de entrar, se pone de pie e inicia una tremenda discusión a los gritos y en francés
con el otro mozo, mientras nos hace señas que subamos. No lo dudamos: subimos. Obvio
que había lugar.
Entradas: plato de ostras y sopa de pollo. Primeros platos:
salmón con fideos y ensalada, y boeuf bourguignon también con pasta y ensalada. Postre: helado y ensalada de frutas con crema.
La verdad, la verdad, a París hay que ir a comer, sí o sí. No sólo es muy
barato (buscando, claro), sino que nuestros paladares aún nos aman por eso. Por favor ¡que rico
que estaba!
Terminamos de comer y nos fuimos al hotel. Muertos, bien alimentados
y felices, una vueltita más por la ciudad y al subte hasta la estación Voltaire.
Mañana será otro día, y también lo pasaremos en París.
Y así fue que el día que cumplí 26 años, en la ciudad de
todos los cuentos, escribimos el nuestro.
Más fotos del segundo día
Muy emocionante... qué belleza hermana, no pude evitar lagrimear con tu relato. Hermoso, hermosos!
ResponderEliminarQué lindo chicos! Gran emoción! Lo de la coreo evangélica es too much, prefiero al jorobado.
ResponderEliminarMe encanta! Me encanta todo! Coqui escribís hermoso, son hermosos los dos! Increíbles las fotos. Los extraño. Besis.
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