Asturias empezó antes de sacar el
pasaje, antes de pisar Barcelona, siquiera. Asturias empezó cuando
le contamos a mi abuela que nos íbamos a España por 6
meses.
- ¡España! ¡Mi tierra! En
Barcelona pasamos 27 días, antes de que salga el barco para
Argentina. Porque desde Asturias no sabíamos las fechas de los
barcos. ¿Vas a ir a Asturias? La casa en la que nací todavía
existe, vive mi hermano. Las castañas, Luciernas, el frío.- Y se
puso a llorar.
Asi que ese día, la despedida de mis
abuelos, tomé nota de todas aquellas historias que escuchábamos de
nenas, donde todo parecía lejos, inalcanzable y exagerado.
- Yo soy de un pueblo que se llama
Luciernas. Mi casa es La Casa de la Derecha.
- ¿Y te acordás de la dirección, abu?
- No tiene dirección, vos preguntá
por La Casa de la Derecha.
Aunque todos sabíamos que era poco
probable lo que nos contaba, uno no se pone a discutir con los
recuerdos de una mujer de 80 años, sobre todo porque da gusto verla.
¡Y las castañas! Si habremos escuchado
sobre las castañas...
-¡Daba pena pisarlas! Caían de los
árboles a montón, nadie las juntaba! Imposible no pisarlas. A
montón...
Es difícil imaginarse todo lo que se
vivía en esa época. Había que irse de Europa, dos se sus hermanos
estaban bajo bandera con Franco y ella recién cumplía los 18. Sin
madre desde joven, un padre con 5 hijos hace lo mejor que puede.
- Como se trabajaba en esa época,
mi amor. El barro hasta las rodillas, el frío, la humedad. Las
vacas, las gallinas, caminar kilómetros. Era difícil, mi amor.
El padre decidió mandar a dos para
Argentina. Un tío allá las esperaba, tenía un bar. Y también una
tía, que podía enseñarles a ser mujeres. Porque como se
imaginarán: las mujeres nacidas en los '30, no nacían mujeres:
aprendían a ser mujeres.
- Papá nos hizo estudiar. Fui a una
escuelita hasta las 15, había que caminar mucho para ir. No había
carreteras. Pero él quería que estemos preparadas.
Después de todo esto, nos contó de su
hermana Segundina, que vivía en un pueblito cerca de Luciernas. Ella
iba a estar feliz de recibirnos, decía.
-Porque Fino está muy mayor... él
vive en nuestra casa. Quizás no lo vea nunca más, a mi hermano
mayor. Abrazalo fuerte por mí si lo ves...
Después nos siguió contando de su
hermana. Hablan seguido, nos contó que tiene una casa grande con
varias habitaciones, que nadie habita, por ella y su marido Gonzalo
no pudieron tener hijos. Ahí nos iban a atender como reyes, dijo.
Y en seguida empezaron los llamados...
Llegamos a Barcelona y, una vez
ubicados y con los horarios de la facultad listos, empezamos a buscar
destinos para viajar los fines de semana. Una vez cumplida la promesa
de París, tocó Suecia, y después: la llamamos a abu para decirle
que ya teníamos pasaje para conocer la casa en la que nació. Ay,
como lloró esa mujer. Sus 83 no vienen solos, sepan entender.
Decidimos alquilar un auto para retirar
en el aeropuerto. Sabíamos que Tineo quedaba lejos de Oviedo y no
iba a ser fácil llegar. ¡Y lo bien que hicimos!
Tineo es una localidad de Asturias que
está compuesta por más de 300 pueblos, de los cuales la mayoría no
supera los 70 habitantes. Luciernas, Miño, Navelgas y Bárcena están
ahí, cada uno a más de 500m de altura sobre el mar, y con una
parte de las raíces de mi abuela.
La ruta que nos marcó el gps del
celular no fue la mejor, pero eso lo supimos mucho después. Lo bueno
fue que seguimos al mar de costado por casi 100 km. Después nos
metimos en las montañas por otro tanto. El camino el curva y curva y
curva, subida y bajada, subida y bajada. Hasta que llegamos a
Navelgas, primer nombre conocido. De a poquito se iban haciendo
verdad los cuentos de aquellas veces.
Paramos en un bar y desayunamos. Todos
nos miraban. En seguida seguimos camino, la hermana de mi abuela nos
esperaba para la hora de almorzar.
Hicimos algunos kilómetros más y
finalmente llegamos a Miño, Segundina ya nos había dicho que para
encontrar su casa no había más que preguntarle a cualquier persona
que veamos, y no fue difícil. Los vecinos se asomaban a las ventanas
para vernos pasar: un auto desconocido entró al pueblo.
Una mujer en una ventaba asomaba a su
bebé y aprovechamos la ocasión:
- Disculpe, ¿la casa de Segundina y
Gonzalo?
- ¡Es aquella de allá!
- ¡Muchas gracias!
Fuimos en busca de esa casa, pero las
calles eran todas chiquitas, empinadas, con vacas del otro lado de
cada alambrado o pared. Nos perdimos de nuevo. Entonces encontramos
un hombre que nos dijo “Síganme”. Y lo seguimos. Era Gonzalo, el
marido de la hermana de mi abuela. Resulta que la vecina de la
ventana la llamó para decirle que la estaba buscando, y él salió
al encuentro. Pequeñas delicias de vivir en un pueblo de 60
habitantes.
Las calles de Miño |
Segundina nos recibió en la puerta de
su casa, arriba de unos 4 escalones, con los brazos en la cintura
sonriendo de oreja a oreja: “Asi que eres tú” dijo. “¡Pero que
buenmozos!”. En seguida entramos.
Confesó que estaba nerviosa, que la
noche anterior no había dormido porque no sabía con qué se iba a
encontrar. Por suerte para todos nosotros llevamos más visitas: mi
vieja y chacho se sumaron al viaje, ¡y Segundina estaba encantada con
los 4!
En seguida, al mejor estilo asturiano,
nos llenó la mesa de comida. Los rasgos de mi abuela se hacían
notar y su hermana se dio el gusto de hablar maravillas de ella. Nos
contó lo hermosa que era, de sus trajes a medida, de como trabaja
desde el amarecer, de cómo enloquecían a sus pies los mozos del
pueblo. Y hasta nos contó una historia de amor: parece que mi abuela
estaba enamorada de un sacristán y cuando su padre se enteró
decidió mandarla para Argentina, entonces decidieron escaparse
juntos, pero mi bisabuelo se enteró y la mandó para América un día
antes de lo planeado. Nos contó que el pobre sacristán aún anda por ahí, solo, dicen que todavía con mal de amor que nunca se le
curó.
Después de comer, nos designaron una
habitación matrimonial a cada pareja, y una vez ubicados nos
pasearon por la casa. Dos pisos, chica pero muy acogedora. La cocina
se llevó el premio a la sorpresa: una cocina económica. Abajo de la
casa había un gran sótano en donde antes estaban las vacas durante
el invierno, también ponían las cosechas y algunas otras cosas. Hoy
tenía la leña, las gallinas, muchas papas y dos freezers llenos de
cosas.
Nos contó que viven de un seguro del
estado, que como no tienen hijos el ayuntamiento les manda una señora
a limpiar dos veces por semana: “¡Y si mi vida, a nosotros ya nos
toca descansar!”, y lo bien que hacen.
Durante todo el relato, tres vacas se
asomaban desde atrás de la ventana de la cocina.
También nos contó que como no hay
comercios, todo el pueblo es abastecido por camionetas que les traen
lo que necesitan y se lo deja en la puerta: el lunes el pan, el
martes de carne, miércoles los congelados, etc. Ellos tienen varios terrenos que
alquilan, y el que quedaba más cerca tenía un protagonista que
hasta el día de hoy extrañamos: un burro que era lo más tierno que
vi, bajaba las orejas cuando lo ibas a acariciar. ¡Te extrañamos,
Eddie! (si, le pusimos nombre).
![]() |
Hermoso animal, todavía no sé como me dio bola (?) |
Salimos a caminar y nos encontramos con
unas vistas soñadas. Ahí nomás, dando unos pasos, un valle hermoso
y más y más montañas y vacas. Caminando por las callecitas nos encontramos con unas sogas que impedían algunos pasos. Tardamos en entender que pasaba, hasta que vimos salir de un portón a una señora seguida de un montón de vacas. No paraban de salir, cada una siguiendo a la anterior y la primera siguiendo a la señora. ¡A comer pastito, chicas!
Al costado de la casa salía un camino cubierto de castañas ¡imposible no pisarlas! Juntamos las más grandes, y de a poco fuimos viviendo lo que nos contó abu.
Al costado de la casa salía un camino cubierto de castañas ¡imposible no pisarlas! Juntamos las más grandes, y de a poco fuimos viviendo lo que nos contó abu.
Ese mismo día quisimos ir a Luciernas.
No podía creer que iba a conocer la casa en la nació mi abuela. Cuando estábamos por llegar, Segundina dice "Esa es la casa de la derecha". Si, efectivamente se llamaba así. Y todos la conocían así.
Llegamos y Tita, la hija de Fino,
rompió en llanto. Fino es el hermano mayor de mi abuela, 92 años de
experiencia asturiana, todos en la misma casa que los vio nacer. Nos
contó más historias, nos habló de abu con el auténtico amor de un
hermano mayor, de su trabajo, de su belleza, de lo que la extrañó
por años. Nos contó que la casa fue reformada 3
veces, pero que aún conservaba partes originales: el patio y el
depósito, asi que allá fuimos a sacar unas fotos.
El patio de la casa en donde nació mi abuela, igual que en aquellos tiempos |
Ese día terminó ahí, con todas esas
caras nuevas queriendo saber de nosotros. Nos volvimos a Miño a
seguir comiendo y a descansar, al otro día tocaban paseos.
Menos mal que terminó..., no pude parar de llorar
ResponderEliminarMirá, se podían haber llevado la bombona...haberlo sabido!!!
ResponderEliminarMucho no puedo escribir porque no veo de las lagrimas, ..... espectacular.
ResponderEliminarCualquier espacio es insignificante hasta que se descubre que es un lugar en el mundo, los recuerdos y el amor lo llenan de sentido, es muy emocionante y qué bien lo contás!
ResponderEliminarLe estaba mostrando a Pablo esto y me dice que su familia (una bisabuela por el lado de su mamá) también de de Asturias. ¡El mundo es demasiado pequeño!
ResponderEliminarwow! sabe de qué pueblo??
Eliminarque bueno chicos!
ResponderEliminarMe emocionó. Opino asi consta...
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