En los países civilizados, los danette son gigantes y el papel higiénico mide lo justo y necesario para cumplir ecológicamente su función

viernes, 28 de septiembre de 2012
miércoles, 19 de septiembre de 2012
"La llar catalá"
Tenemos casa. Si, para los que estaban asustados (?), les contamos como siguió el asunto habitacional. Ese mismo día, luego del encuentro con nuestra amiga Julia, fuimos corriendo a buscar otro piso (acá no son departamentos ni apartamentos, son “pisos”, ocupen la porción que ocupen de la propiedad horizontal (?) ).
Hicimos dos llamados. El primero
nos dijo que no alquilaba por 5 meses, como la mayoría. La segunda nos dijo que
no hay problema en alquilarlo por ese plazo. Fuimos a verlo como locos de la
emoción. Ejjhh. Que se yo. Servía. Normal, chico, medio oscuro, pero sirve. Lo
miramos por todos lados buscando algún detalle definitorio, una ducha especial?
Una vista deslumbrante? Algo que nos ayude? Hasta que el universo nos dio una
señal: la dueña no tuvo mejor idea que contarnos sobre sus anteriores
inquilinos, también argentinos, usando la dichosa frase “eran muy amables, uno
no se daba cuenta que eran argentinos” #holaINADI.
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Las vistas de Cerdanyola. |
En fin, no nos convencimos del
todo, pero de última: prefiero una xenófoba que una usurpadora (?). Empezamos a
recorrer con el auto hasta que identifiqué una inmobiliaria con la que había
intentado contactarme desde Buenos Aires, “Bona Sort” se llamaba, como su
nombre lo indicaba: nos trajo buena suerte. Llegamos y un catalán, al que le
resultaba imposible hablar en español, bastante pasado de copillas, nos atendió
como si fuéramos los reyes de Catalunya (no sea cosa que nos trate como los
reyes de España, nadie querría ser tratado así en Catalunya).
Le planteamos nuestro tema al
amigo calatán: “buscamos un piso, por 5 meses. Hay?”. Dijo: “Haber, pues, hay.
Yo les muestro lo que tengo, ustedes eligen, luego llamamos al dueño y le
preguntamos si lo renta por 5 meses, vale?”. DALE GAS, AMIGO!. Agarró un manojo
enorme de llaves de un cajón desordenado y salió a la calle, se cruzó a saludar
a los del bar del frente, y nos dijo que lo sigamos. Paso acelerado, jeans
medio desteñidos, totalmente despeinado. De vez en cuando frenaba y hablaba de
Messi o del Barça.
Empezamos a caminar. Casi muero.
El barrio se ponía cada vez más lindo, una peatonal con casitas antiguas,
montañas de fondo, barcitos, calles finitas, arboladas. “Aquí es el primero”.
Segundo piso por escalera. Entramos, Pablo y yo mudos. Era hermoso, enorme,
bien amueblado, 3 ambientes, prolijo. Un divinor. Llegó el momento de rigor:
“precio?”. Bastante menos que los de las impresentables. Pablo, contrario a sus
medidas costumbres, se da vuelta y me hace una disimulada seña “firmo acá
nomás”. BHAMOU.
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A la vuelta de casa. |
Para qué seguir? El caso es que
vimos dos más, también hermosos, y un poco más caros. El último era lujo puro.
4 ambientes, tv, y bidet. Pero 100 euritos más. Cuánto vale un bidet en tu
vida? Lo pensaste alguna vez?. Duro (?)
Luego de una dificultosa
conversación por señas, Pabli y yo llegamos a un acuerdo: queremos el primero,
pero si el dueño dice que no: el bidet sería la segunda opción. Fuimos directo
a la inmobiliaria. El amigable catalán, que seguía negándose a hablar en
español, hace las llamadas de rigor. Con gusto les diría que carajo habló con
la gente, pero como fue en catalán obviamente no entendímos una goma. Con una
breve sonrisa y un gesto se asentimiento nos alcanzó para atravesar las
barreras idiomáticas: habemus hogar catalán.
Acá estamos. Carrer de les
escoles (calle de las escuelas). Wifi robado. Cocina eléctrica. Sillón mecedor.
Un bar abajo que hace un café que dios me libre. La peatonal a una cuadra.
Divino.
Al otro día firmamos contrato y
nos mudamos, justo cuando estábamos firmando escucho una voz de mujer que dice
“Corina? Quien es Corina?”. Resulta que el día anterior me había olvidado el
dni y jamás me di cuenta. JE. Holis.
David es el dueño, catalán hasta
la médula, un pibe de mi edad con una ex de José C Paz, hincha de river, fascinado
con las Cataratas del Iguazú. Un copado.
El caso es que una vez mudados,
nos pusimos a probar las cositas. Horno: check. Hornallas: check. Inodoro:
check. Agua caliente: (…). “David, no andan las canillas, no sale agua.” “Pero
como puede ser, hombre! hostia, ya mismo llamo a un plomero.” Hecho. El plomero resultó ser un argentino, esta vez
hincha de boca, a pesar de eso (?) nos arregló perfectamente nuestros caños.
Todo anda como debería, un lujo.
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Un montadito de chorizo para arrancar el día! |
Como no teníamos vajilla, ese fin
de semana tuvimos que comer todos los días afuera. QUE CAGADA, CHE! (?). El
caso es que habría que estar al tanto de cuando juega el Barça, sino quizás no
encuentres donde comer, o, si tuviste la suerte de encontrar alguna mesita, te
prendan la tele y apaguen la luz apenas te traen tus canelones de verdura, como
le pasó a una chica cuyo identidad no vamos a revelar (?).
Ayuntamiento de Cerdanyola del Vallés |
Ese finde nos la pasamos
recorriendo Cerdanyola y tomando café en el barcito de debajo de casa: La
Giralda, paradójicamente. Pasaron unos cuantos días hasta que nos tomamos el
Renfe hasta plaza Catalunya, y un poco más hasta que nos tomamos el metro y a
la salida nos sorprendió la Sagrada Familia. Ya veremos!
miércoles, 12 de septiembre de 2012
La Historia de Doña Julia
Llegamos a Barcelona y ya desde el Prat pudimos ver el
mediterráneo por primera vez. ¿Que hace uno cuando ve un mar por primera vez?
¿Llora, grita, canta “nací en el mediterráneo”? No sé, el caso es que ahí me di
cuenta de lo que estábamos haciendo. La historia de nuestra vida. Las fotos de
los portarretratos, las anécdotas de la vejez.
En fin, Dana nos fue a buscar con una camioneta muy
sofisticada y coqueta. Nosotros con nuestra ropa de invierno sufrimos el
impacto de ver gente el ojotas y musculosa, sin proceso de adaptación. Es groso
pasar de bufanda a shortcito en un día!
Nos llevó hasta Mollet, a su casa. Un depto divino que
alquila, donde vive con su hermana, sus dos perros y su gato (sorprendentemente
parecido a Emilia, por cierto). Nos guardó una habitación para nosotros. En seguida
se hizo de noche, tomamos algo en el patio, y fuimos a devolver la camioneta a
su amiga, que se la había prestado especialmente para irnos a buscar (aaawww),
y a buscar su auto.
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La Plaza del Ayuntamiento de Mollet, primer y esperado día de lluvia! |
Nos dirigimos a otro poblado: Santa Perpetua, la misma magia de Mollet. Un pueblito muy calmo, con frentes antiguos pero cuidados, callecitas peatonales y angostas, árboles por todos lados, y por supuesto: más gente el ojotas. El calor se hace difícil: treinta y pico de grados, no nos está dejando opción: helado será.
Mi amor ya estaba con abstinencia de informática, pobrecito como sufrió esos días! No agarrábamos ni un wifi y no teníamos compu. Tragedia. En fin, al siguiente día nos fuimos a hacer el primer intento por cambiar esa suerte: fuimos a La Maquinista, el segundo paseo de compras más grande de España, a ver computadoras. Vimos precios, comparamos, pero por supuesto: mi novio no es ningún improvisado: sacó fotos a cada cartelito de compu que le interesó, y apenas tuvo acceso a una pc se dedicó minuciosamente a investigar cada modelo y expedirse sobre cuál era la indicada para cada uno de nosotros.
Ese día almorzamos en Mc Donalds (si, lo sé, primera comida en europa y comemos en un no-lugar. Lo siento, la vida es así (?) ). Resulta que acá las cajitas de las hamburguesas tienen información nutricional de lo que estás comiendo. Aham, hola grasa y calorías!
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Su felicidad se debe a que el suyo era el de más calorías |
Algunos días más tarde, y con la información
correspondiente, nos hicimos de nuestra computadora, la “mía”. La de Pablito
requiere más búsqueda aún. El caso es que salí perdiendo porque el señor tiene
más necesidades informáticas que yo, entonces necesita la compu para buscar su
compu (así es como explota el mundo, no?). Alegría! Dos semanas después ya está
en camino. Consiguió una que se ajusta bastante a lo que estaba buscando, en
Madrid. Hoy estará llegando.
Sigamos. El caso es que mi novio tiene mala suerte, porque
él: todo organizado e informado, ya le estaba por agarrar un ataque por no
tener internet ni celulares, y yo arranqué a ponerme medio ansiosa por conocer
Barcelona. Dos días y aún no habíamos ni pisado cerca de la Sagrada Familia!!
(eso pensaba yo). Prioridades son prioridades: primer debíamos conocer el depto
que alquilaríamos, cerrar ese asunto, e intentar encargarnos de los celulares.
Ay, él, todo abstinente!
Al día siguiente nos comunicamos con Cristina, con quien
veníamos en tratativas desde Buenos Aires para alquilar un piso que era de su
madre. La llamamos y nos pidió que nos comuniquemos con Julia, su (ya verán:
particular) progenitora (?). Sospechando (y ante la posibilidad de que algo no
salga bien), desde un locutorio busqué otros avisos de pisos en Cerdanyola
(poblado cerca de la facultad donde, investigación previa, planeábamos vivir).
Acordamos con Julia para el otro día a las 4 de la tarde. Por
fin! Ya estábamos por tener casa, y eso significada que estábamos por tener
celulares, y eso significaba que ya podíamos ir a pasear! (luego de 4 meses de
trámites y mudanza, les juro que difícil pensar en otra cosa).
Ansiosa noche si las hay, al otro día: a ver el depto! Tipo
tres arrancamos para Cerdanyola, nos encontramos con Julia en la puerta del
edificio. De afuera: crítico. La zona me gustó, a Pablo ni un poco. Nos
presentamos con Doña Julia (“dos besos Corina!”, “sorry, mala mía!”). En seguida
notamos que empieza a tocar el timbre del depto. No toca un simple ring, ni una
vez, ni dos: se cuelga del timbre cual portero en emergencia. Nosotros sabíamos
que el piso estaba alquilado, y por las dudas me atreví a hacer la consulta
crítica: “¿Los inquilinos actuales saben que veníamos a ver el piso?”, Julia
con mirada esquiva, contesta “trabajan todo el día, no están. Ahora nos abre
otro vecino que me conoce.”
RIIING. “SOY JULIA, LA DUEÑA DEL TERZERO!” . “ AH! PASA
JULIA!”. Una voz contesta por el portero eléctrico. Nosotros atónitos. No
queríamos ni buscar la cara del otro. Se nos ocurrían diez mil motivos por los
que lo que estábamos haciendo estaba mal, y hasta quizás era un poco peligroso.
Entramos al edificio. Tercer piso por escalera. Cuando llegamos
a la puerta del depto, nuestra querida Julia repite su (se ve que frecuente)
rutina del timbre. No un Ring. Veinticinco seguidos y sin pausa. Nadie
respondió. Nosotros mudos. Abre la puerta y nos empieza a mostrar el depto con
la mayor naturalidad, como quien recorre el living de su casa. En el medio del
depto, una cama desarmada, cosas en todos lados, como es lógico, de los
actuales inquilinos.
Es entonces cuando nuestra (ya temida) Julia decide
mostrarnos las habitaciones. Abre una puerta, y ¿Qué puede haber? SI, alguien
durmiendo. Un pobre, confiado y agotado muchacho. Su cara daba justo a la
puerta. Yo me quedé inmóvil. Pensé en correr. Rogué que no abra los ojos. Lo miré a Pablo. Mudo e inmóvil igual que yo.
Julia cierra la puerta del dormitorio en seguida. Ya ni me
importaba si el depto era lindo o no. No lo vi, o lo vi y lo olvidé, no lo sé.
Nuestra teórica futura locadora no tiene mejor idea que ponerse a charlar sobre
el depto ahí mismo, en el pasillito, con oraciones como “ahora está desordenado,
pero ya lo verán más prolijo”. MAS VALE, SI HAY GENTE VIVIENDO ACÁ! Entonces le
sugerimos que vayamos a hablar afuera.
Esos segundos los pasé pensando en mecanismos de defensa en
caso que el muchacho se despierte y, luego de encontrar 4 personas en su
departamento, decida partirnos un matafuego en la cabeza.
Una vez sanos y salvos en la saludable y pública vereda,
Julia esperaba una respuesta. Se supone que yo debía hablar. No supe qué decir.
Sólo se me ocurrió: “bueno, lo charlamos y hoy le damos una respuesta”.
Ese mismo día corrimos a ver otros pisos, inmobiliarias y
todo lo que tenga cerradura que esté listo para ser habitado. La solución será
otra historia!
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